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Célula dividida en dos organismos nuevos
hasta ahora siempre parte de algo más grande
flota poco a poco lejos de partes disociados

Qué raro
deslizarse los cilios furiosamente
propulsarse por primera vez
tropezar lentamente con obstáculos cuando distraído con

emociones de libertad

A veces sentimientos subatómicos de pérdida
pasaron a través de la pared celular
como resultado de cambios en presión del ambiente líquido

No puedo buscar los orgánulos desaparecidos
las antenas sólo ayudan a encontrar y absorber los nutrientes
luz y olor
sonido y sabor
conceptos extranjeros en un mundo de toque fluido

Dos niñas                                                Marina y yo

Nueve años de edad                              estábamos viendo la tele

Un niño                                                    Jefferson

diez años de edad                                 se estaba comportando mal

Un residente se quejó                         Mamá lo castigó

alguien                                                   su hijo mi hermano

estaba llorando y                               gritando para que alguin

llamó 911                                              para mí

La policía llegó                                  para nosotros

y                                                               yo

retiró                                                     no estaba lagrimeando como

todos los niños                                   mi mamá

Los puso                                                sus muñecas

en la custodia                                      en las esposas

del padre                                               que la llevó lejos de mi

Se descubrió                                         esto duele más

que                                                           el cinturón que nos hacía daño

los tres niños                                      Hoy

fueron                                                   nos sentimos

magullados

Soy la hija del hijo que ella tuvo con el amor de su vida.

Tengo sus manos.
Dedos largos que sirven para agarrar peras
que con un jalón lloran lágrimas blancas
que se riegan sobre la piel,
dejándola pegajosa con el dolor
de su dulce sacrificio.

Soy la nieta que nunca olvidó.

Su mente baila al ritmo de los tambores
de su memoria deteriorante,
los nombres de sus hijos
se le escapan
con un suspiro
de los labios,
inesperadamente,
en un momento de melancolía,
de desmemoria.

Soy la joven que no entiende.

Me imagino caminando con ella
mano en mano,
nuestros dedos largos enredados,
pasando una tarde entera
agarrando peras.
Agradeciéndolas.
Agradeciéndola.

Soy la muchachita que no sabe qué decir.

Camboya: Una poema de Riley Gold

Dedos sucios
tocan la señora porcelana,
con su vestido de nieve
y aroma de rosas.

Miro, curioso,
la respuesta de gritos y risas
a un niño hambriento,
con una mano extendida…

Indudablemente
existen muchos colores
que manchan nuestras pertenencias
y queman los corazones.

Sin embargo, estas radiación
contienen pureza:
aire de estrellas,
luz de Dios.

La señora porcelana
no quiere dedos sucios
en su vestido de nieve.

La única luz era la de la luna, débil, fría y tranquila,
bajo la sombra de la casa de David nos sentamos.
Queríamos escapar la injusticia del mundo,
y poder sentir las lágrimas del cielo.

Entrecortado su aliento con llantos,
sentí como el mundo había herido a mi preciosa en el alma.
Las lágrimas del cielo no estaban solas,
su alma sangraba a la vez que la mía.

“Por qué tiene todo el poder David,” me preguntó?
“Es la manera del mundo, mi amor,” le respondí.

No puedo decir qué, pero algo brilló en sus ojos almendrados,
algo rompió su debilidad y su cuerpo se endureció entre mis brazos.
“Adónde vas, mi vida?” pregunté cuando empezó a salir,
“A cambiar la manera del mundo,” fueron sus últimas palabras.

Y se cayó el David, y se cayó.

Mamá, ¿dónde estás?
Dijiste algo. Recuérdate:
estuvimos en el carro y tú dijiste
“Billy, ya no puedo vivir con tu padre.”
Ya no puedo verte, mamá.

¿Dónde están los colores, mamá?
Ya no veo la yerba verde
ni el oro del carro
hasta el cielo perdió su gris.

¿Qué pasó antes, mamá?
Estaba en frente de la escuela.
Creía que tú venías,
pero – ¡ay! ya no puedo recordar

Sólo veo una nube
apagada y turbia
enfrente de los ojos.

Vuelve por favor, mamá:
trae el carro contigo,
quiero volver al hogar ahora.

Un gran agotamiento
corre por el corazón,
abruma el alma
como onda sofocante.

Hecho de su agua,
un fuego doloroso
quema los pulmones,
me tira en un sueño.

El recuerdo, hijo de
la mente, lo miro,
sus ojos están llenos
de sangre ruborosa.

Quiero abrazarlo,
y besar sus manos pequeñas.
Sus heridas rezuman lágrimas
que siento en los ojos.

¿Qué es una persona a quien nunca conociste?

¿Es cosa?

El sonido de sus pequeñas campanillas en la brisa,
el jarrón rosa roto en el suelo de la cocina,
el banco rodeado por flores silvestres en el
criadero de árboles,
el oso de peluche, andrajoso y gastado,
un regalo para su nieta.

¿Es memoria?

Mamá dice que a ella le gustaba una taza pequeña de café sin crema,
dice que se despertaba antes del sol para leer sus libros,
dice que cocinaba nuestra salsa de arándanos
agrios,
dice que luchó contra el cáncer que
devoró su vida.

Eso es lo que yo sabía,
cosas y memorias disipadas por mi mundo.

Para mi cumpleaños de diez y ocho recibí un regalo diferente,
dos cuadros de niñas con caras de piel caramelo y pelo oscuro.

Las niñas tienen algo más en común,
el nombre que sus mamás les dieron al nacer.

El nombre que compartí con mi abuela,
la abuela a quien nunca conocí.
Por primera vez reconocí una persona.

Reconocí una niña que bailaba con su padre en la tarde,
una chica que veía su futuro en la educación,
una mujer que crió dos hijas por su cuenta,
mi abuela que reía, lloraba y vivía.

Ni cosas ni memorias,
pero una persona
con sentimientos de aflicción y esperanza.
Mi abuela.

Nos dice que olvida
las fichas de dominó de ayer,
el sarampión negro
cubriendo las tejas deterioradas.

Nos dice que no se acuerda
tocar el piano juntas,
sus dedos arrugados y blancos
conociendo una música vieja
(Guan-ta-na-me-ra)
que no encaja exactamente esta vez.

Nos dice, “Ay lo siento,”
ocultando su vergüenza
con una excusa delgada,
como niña que esconde su culpa.

Veo a mi mami
viendo a su mami
fingiendo sonreír,
alcanzando algo
tal vez a alguien
que ya no existe.
(Guan-ta-na-me-ra)

Y yo
trato de ocultar las manos temerosas
(como niña que esconde su culpa)
por saber la profecía del ciclo
mientras la mami de mi mami
nos dice que no recuerda.

Espacio de sabiduría,
negro o verde,
como un cielo nublado y húmedo,
o como botellas polvorientas, vacías en el antepecho
esperando.
Yerma
en anticipación de llenarse
de sonidos claros,
como guijarros bajo el chorro,
o un sobresaltado chasquido
de la tiza al romperse.

Llena de conocimientos,
moteada, salpicada,
cielo de estrellas innumerables
bajo el espacio infinito, los ojos al verla
son tan pequeños, sobrecogidos.

Bella pintura desordenada,
la pizarra.

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