La valla: Un cuento de Zach Kent
September 26, 2011 by admin
Es tarde, Ramón pensó. El sol estaba encorvado bajo en el cielo, y las sombras de los columpios en que se sentaba Ramón ya se extendían por toda la longitud de la zona de juegos. El sol estaba tan bajo que cuando Ramón se balanceaba en el columpio y estiraba sus pies en el aire podía hacer que su sombra tocara la valla al otro lado de la zona de juegos. Imaginaba que podía derribar la valla con su sombra si se esforzaba lo suficiente. Era tarde, y Ramón seguía sentado en el columpio, balanceándose.
Ramón vivía en una casa pequeña que estaba a unas pocas calles de la zona de juegos, donde él sabía que su madre le estaba esperando. Era tarde, su madre ya le había esperado varias veces antes, y Ramón sabía que no podía regresar sin María. Si regresaba sin ella, su madre se enojaría, ¿Dónde está tú hermana? ¿Dónde está tú hermana, niño? Y Ramón se habría metido en problemas porque su madre sólo lo llamaba ‘niño’ cuando estaba realmente enojada.
María era su hermana menor. Era dos años más joven que él, y aunque sólo tenía nueve años, era extrovertida y vivaz más allá de su edad. Frecuentemente entablaba conversaciones con diferentes animales y personas extrañas que ella conociera, lo que siempre hacía enojar a su madre, aunque Ramón no entendía por qué. Pero María nunca se había perdido antes. Generalmente era Ramón quien corría a explorar los alrededores, no María. Pero ahora ya era tarde y María no estaba allí, y Ramón se balanceaba en los columpios, tratando de derribar la valla con su sombra, y pensando en el sol y María y las sombras.
Ramón trató de recordar lo que había sucedido, pero no sabía adónde había ido María. Él estaba balanceándose, esto sí lo recordaba, y María había estado jugando con una mariposa, esto también lo recordaba, y luego los dos estaban balanceándose, y entonces ella se había ido. Eso era todo.
Ramón se balanceaba con más ímpetu, su ansiedad y confusión le hacían columpiarse más y más alto. El sol detrás de su espalda estaba casi escondido completamente entre las casas y edificios, pero ya la longitud de las sombras estaba al máximo. Ramón se balanceaba y se balanceaba, y con cada viaje hacia adelante su sombra le daba una patada a la valla del otro lado. E, increíblemente, la valla comenzó a temblar. No tenía sentido, pero ahí estaba. Su sombra golpeaba la valla, y la valla estaba moviéndose.
Emocionado, ahora, le dio patadas más y más fuertes, moviendo la valla con cada golpe. Ramón se agarró de las cadenas con fuerza mientras el columpio se balanceaba hacia atrás nuevamente. Tensó sus músculos, y saltó del columpio en la parte superior del arco. Vio la sombra alargada de su cuerpo volar hacia la valla como si estuviera bajo el agua, o como si fuera una mariposa gigante, flotando por un instante en la corriente del arroyo de otra persona. La valla tembló y se cayó con un silbido y Ramón fue su sombra y su sombra fue él y juntos volaron a través de la valla arruinada.
Aterrizó suavemente en un terreno nuevo que no era del todo diferente del que ya había dejado. Y, sin embargo, había algo…el suelo era más suave, tal vez, o el cielo era más brillante, aunque no había sombras. Este mundo se sentía más ligero, tal vez. Ramón se puso de pie y María estaba esperándolo allí, sonriéndole. Vamos, le dijo. Es temprano.